jueves, 24 de julio de 2008

Vidas Sin Límites

Conocer a Cristo es, sin lugar a dudas, una experiencia extrema, es romper toda limitación humana al despertar al mayor poder del Universo: El Hijo de Dios. La experiencia que transcribimos a continuación ilustra bien este encabezado.

Mi nombre es Jorge Vaca, tengo 28 años y soy Ingeniero en Prevención de Riesgos. Hace 1 año y 4 meses que le sirvo a Dios como misionero a tiempo completo en el distrito moneda, trabajo con universitarios desde el año 2004 y lidero el ministerio desde el 2005. Ya son 5 años desde que recibí a Cristo como mi Señor y Salvador y ¡ha sido la experiencia mas extraordinaria de mi vida!

Problemas familiares y decisiones personales me condujeron a extremos no recomendables. Considerando que la separación material de mis padres fue cuando tenía 15 años, varios años antes había comenzado a asumir la pérdida de mis progenitores. Debido a sus constantes peleas, y asumiendo una responsabilidad que no me correspondía, a los 11 años comencé a fumar convidado por mis primos ya mayores. A los 12 comencé a beber y a los 14 probé por primera vez la famosa marihuana.

A mis 14 años ya veía mi vida como algo agradable ya que disfrutaba la "libertad" que todo adolescente anhelaba tener. Así fue gran parte de mi juventud: beber y beber, fumar y fumar, borrarme y quedar inconsciente. A los 18 intenté escaparme del hogar y, por un año, estuve realizando el Servicio Militar en Arica, pensando que al regresar las cosas cambiarían.

No fue así. De hecho empeoro. Después de empezar a estudiar mi vida se volvió monótona y sin mucho sentido. Había hecho lo que había querido por más de una década y había pocas cosas nuevas que probar. Encontré trabajo en un banco y mientras estudiaba y me gastaba el sueldo en seguir alcoholizando mi ya desgastado cuerpo. En esa época, un amigo me hablo de Jesús, y cómo a través de El podía conocer a un Padre que me invitaba a conocer un amor mayor aún que el afecto humano, mayor aún que el amor de papá, mamá y hermanos, mayor que el amor de familia que siempre quise sentir.

Sin mucho interés asistí a una reunión, donde invité a Jesús como Señor y Salvador personal, a través de una simple oración, en base a su promesa de Apocalipsis 3:20 “He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz, y abre la puerta, entraré a el, cenaré con él y él conmigo”. No fue nada especial para mí, pero dentro de mí el Señor comenzó a operar un cambio fantástico. Sin esforzarme demasiado nunca mas probé ninguna droga. Al mes ya no bebía alcohol, a los 2 meses ya no fumaba y había cambiado mi manera de ver el futuro, de un color oscuro a una esperanza brillante. Recuerdo constantemente un pasaje, en el Salmo 27:10 “Aunque mi padre y mi madre me dejaren, con todo el Señor me recogerá”.

Esto fue lo que motivó mi corazón a trabajar con jóvenes, los cuales en su mayoría, no saben que ocurre en su interior. Aceptar el llamado a servir a Dios invirtiendo mi tiempo y mis energías en atender las necesidades de los jóvenes es algo que me realiza. Para mi es un placer poder asistir a las universidades a evangelizar, aconsejar y ofrecer una respuesta real a las necesidades de los jóvenes. Es una AVENTURA EXTREMA, y los desafío a vivirla.

¡Gracias por esta oportunidad de compartir mi experiencia!

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