martes, 26 de agosto de 2008

Jóvenes Bajo Ataque ¿Corre Peligro El Futuro De Chile?




Una Realidad A La Que No Podemos Escapar

Con gran alarma vemos y escuchamos sobre el aumento de la violencia, el suicidio, el alcoholismo y la drogadicción entre los jóvenes de nuestro país.
Gran cantidad de reportajes en medios de comunicación acusan el daño que está sufriendo parte de nuestra población juvenil, aún de aquella que integra universidades, liceos y establecimientos educacionales emblemáticos, en formas cada vez más novedosas de adicción y violencia. Surgen las llamadas “tribus urbanas”, asociaciones extrañas entre jóvenes cuyo denominador común es el rechazo y la rebeldía. Por otro lado, a causa de un ambiente familiar disfuncional, muchos niños y adolescentes quedan marcados y traumatizados por experiencias negativas que impedirán su crecimiento y madurez.

Alguien ha dicho: "La juventud es el futuro del Chile”. Pero si la juventud está desquiciada hoy, el futuro del país no es muy alentador. Para tener un buen futuro, debemos construir un buen presente. ¿Pero cuál es el presente de la juventud? ¿Cuál es nuestra actitud ante estos problemas que afligen a los jóvenes hoy?

Como líder cristiano (y habiendo trabajado directamente con universitarios en el pasado reciente) creo que estamos llamados a enfocarnos en la oportunidad más que en la amenaza. Estas situaciones de desamparo y crisis en la juventud, dado el carácter urgente que revisten, nos retan a proporcionar respuestas claras. Si somos la sal de la tierra y la luz del mundo, no podemos esconder la cabeza como el avestruz, tenemos que plantear una solución adecuada.

Es por esto que quiero reflexionar en torno a un concepto que, en consejería juvenil, ha sido de valiosa importancia: la resiliencia. El tema de la resiliencia, interesa a un número cada vez mayor de personas. Algunos hablan ya de un cambio de paradigma, tanto para los científicos como para los profesionales que se ocupan del ser humano.

El término resiliencia fue empleado originalmente en metalurgia e ingeniería civil para describir la capacidad de algunos materiales de recobrar su forma original después de someterse a una presión deformadora. El término fue adoptado por las ciencias sociales para describir "la capacidad de soportar la adversidad y recobrarse con madurez a fin de conducir una vida con sentido".
El Concepto No Es Nuevo

Pero, hace ya varios siglos, se encuentran en la Biblia historias de resiliencia: personajes como José, traicionado por sus hermanos y vendido como esclavo, que llega a primer ministro de Egipto y que, finalmente, recibe a estos mismos hermanos con amor. O el relato del hijo pródigo, que expresa mejor que cualquier serie de tv actual el perdón y la aceptación. También biografías de cristianos como Juan Wesley –el menor de quince hermanos, levantado por su madre en precarias condiciones - o Juan Sebastián Bach – huérfano a los diez años, pero apasionado por adorar a Dios- ilustran esta competencia que permite desarrollarse en presencia de grandes dificultades.

La resiliencia es importante porque es la capacidad para hacer frente a estas y otras dificultades y carencias de la vida, es la habilidad de superarlas y salir de ellas fortalecido o incluso transformado. Y estoy convencido que es una habilidad que solo puede consolidarse al estar en una activa relación con Jesucristo, conociéndolo como el Hijo de Dios (Romanos 8:28). Uno de los ministerios del Espíritu Santo es “consolar” (animar, alentar, esforzar y también proteger y guardar). Sólo el Espíritu Santo nos levanta (cuando estamos sobrecargados por el temor, la vergüenza, la tristeza, las aflicciones, las tentaciones, el desánimo).

Todos nos enfrentaremos tarde o temprano con adversidades; nadie está exento. Las adversidades pueden suceder fuera del círculo familiar (como robos, guerra, incendios, terremotos, inundaciones, accidentes automovilísticos, pérdida de trabajo, homicidios y hambre) o también dentro del círculo familiar (como muerte, divorcio o separación, enfermedad, pobreza, malos tratos, abuso sexual, falta de vivienda y homicidio).

¿Somos Factores De Riesgo O De Protección Para Otros?

La pregunta es si como líderes y padres cristianos podremos proporcionarles a nuestros jóvenes las herramientas que les permitan enfrentar la dificultad y salir adelante, en base al amor y a la aceptación que viene de Dios, o –por el contrario- sumirnos en la pasividad, esperando que “por accidente” estas características de solidez y perseverancia se manifiesten en ellos.

En el medio juvenil identificamos factores de riesgo y factores de protección. El aumento de los primeros (deficiente comunicación familiar, escasa relación con los padres, un círculo de amistades con predominantes antivalores, etc.) incidirá en el deterioro del carácter del joven. Por otro lado, la presencia de principios cristianos y valores trascendentes y la influencia de un medio juvenil sano contribuirán para que el joven pueda desarrollar resiliencia, y superar los obstáculos que potencialmente le sucedan en el proceso de su desarrollo a la adultez. He palpado esta realidad en el trabajo con jóvenes universitarios.

Es destacable en el fomento de esta habilidad de resiliencia el papel de adultos o figuras de autoridad, capaces de orientar al joven en medio de sus crisis personales. La actuación de un padre o un líder juvenil –quienes asumen un rol “cuidador”- es un poderoso factor protector.

La forma en que los padres y otras personas-como líderes juveniles y líderes cristianos en general- que guían a los jóvenes responden a situaciones y la forma en que ayudan a un joven a responder, distingue a los adultos que promueven la resiliencia en sus hijos de aquellos que la destruyen. Hay personas íntegras, cristianos llenos del Espíritu. Estos fomentan la resiliencia; pero también hay quienes trasmiten mensajes contradictorios que a la vez aplastan la resiliencia (del tipo del papá que enseña al hijo a no mentir, pero que ante una situación difícil no vacila en usar excusas y todo tipo de falsedades. El niño será modelado por el ejemplo más que por las palabras).

Nuestra Responsabilidad Ante Esta Generación Joven

¿En qué grupo nos ubicamos? ¿Somos “cuidadores” o “destructores”? ¿Promovemos la cultura bíblica de la vida o fomentamos la cultura de la muerte? ¿Qué estamos haciendo ante la crisis que viven los jóvenes a nuestro alrededor? Es tiempo de orientarlos y ayudarlos a vivir con resiliencia en una cultura cada vez más sombría.

Promovamos a Cristo con nuestra forma de vivir, promovamos el afecto y la comunicación, la integridad y la capacidad de tomar decisiones a favor del bien. Con misericordia y verdad se corrige el pecado. Despertemos en nuestros jóvenes el sentido de propósito y futuro. Así, resistirán la adversidad y se levantarán como una generación de vencedores.