viernes, 22 de agosto de 2008

Vidas sin límites



Mi nombre es Leonardo Contreras, soy estudiante egresado de Derecho, tengo 24 años, hace un año tengo la dicha de dedicarme medio tiempo al servicio a Dios en CENLIMI quinta región a cargo de la coordinación regional del movimiento universitario cristiano, en el cual participo ya hace más de 4 años desde que recibí a Cristo como Señor absoluto de mi vida.

Resumir mi vida será un difícil ejercicio, pero nací en una familia de clase media, compuesta por un padre trabajador independiente alcohólico por herencia y una madre dueña de casa abnegada y …con muy poca paciencia.

Ambos se esforzaron por darnos lo mejor a mí y a mi hermano. Lamentablemente su matrimonio sufrió una ruptura, hecho que me dejó grandemente afectado, pues fue un momento en que me rebelé contra todo lo establecido. La figura de héroe que tenía -que era mi padre- me había dejado, por lo que culpé a mi madre, quien era la nueva autoridad en casa. Si bien no caí en grandes vicios si me encerré en un mundo oscuro, lleno de violencia, drogas alcohol, el mundo de las barras bravas.

A los 17 años y mientras participaba en un grupo religioso, mi padre falleció. Este fue el segundo gran golpe que tuve que enfrentar, pero no sabía como pues -en una época de decisiones- no tenía el respaldo de alguien como referente. Además, la muerte de mi padre me enfadó con él, y cada cosa que relacionaba con la figura de mi padre me causaba enojo y rechazo, incluso Dios, del cual me alejé lentamente, refugiando mi pena en relaciones amorosas y el equipo de futbol al cual seguía.

Cuando tuve que dejar mi casa a los 18 años fue el momento en que más enojo sentí contra Dios, porque lo hice responsable de haberme quitado todo. Llegué a Valparaíso el año 2002, acá tuve nuevos refugios: el estudio y la bohemia porteña fueron la gran solución, también comencé a participar de grupos que no satisfacían en nada mis necesidades pero me mantenían ocupado. En esta época nunca me faltó nada, dinero, afecto de mis amigos, polola, siempre hubo algo que hacer, siempre hubo algo que me mantuvo contento.

El año 2004 llegue a CENLIMI, después de haber terminado unos trabajos voluntarios en la ciudad de Quilpué, motivado por compañeros y amigos y mi siempre latente interés por cuestionarlo todo desde una perspectiva intelectual. Ese mismo día recibí a Cristo, lo que quizás en el momento solo fue una declaración, pues mucha veces había escuchado la Palabra de Dios, en la forma de “Las 4 leyes”, pero con el tiempo fui entendiendo que si no había identificado mi problema era simplemente porque no me había dado el tiempo para verlo, no me había detenido a darme cuenta que hay cosas que están frente a nosotros y que pueden transformar nuestra vida.

Cuando comencé a caminar en la vida cristiana, Dios por primera vez permitió que me sintiera solo, haciéndome caer en un estado de angustia pues era una situación que nunca pensé que podía vivir. Desde el piso me levantó, con un cuerpo cristiano de élite que jugó un papel preponderante, esa manifestación del amor de Dios fue trascendental par que tomará la decisión correcta y en la intimidad de un congreso regional en Sol y Mar. Volví a hacer esa oración quebrantado, esta vez recibí a Cristo de todo corazón y logré perdonar a mi padre y reconciliarme con Dios.

Hoy he comprendido que estamos llamados a vivir en plenitud, hoy mi pasión prioritaria es predicar la palabra de Dios, quien ha puesto la necesidad de compartir y servir de ejemplo a otros tantos jóvenes. Hoy puedo decir que vivo de fe, que mi seguridad no está en los afectos de otros o en aquello que pueda hacer, sino que en el nombre de Jesús -como dice Filipenses 4:13- y así como a mi me fortaleció.

Quiero que Dios fortalezca a otros para vivir la verdadera revolución, a marcar la verdadera diferencia, a decir “yo soy de Cristo y tengo respuesta para un mundo necesitado".